Las compras con tarjeta se hunden (-55%) y anticipan una recesión sin precedentes

Nunca antes había sucedido nada igual. Ni siquiera durante la Gran Recesión de 2009, cuando el PIB se contrajo un 3,8% dando lugar a la mayor crisis económica desde el Plan de Estabilización (1959). Lo revela el servicio de estudios de la Caixa, quien, en un análisis de coyuntura sobre los efectos del Covid-19 en el consumo, avanza unos datos internos de la entidad financiera que muestran que el gasto con tarjeta se desplomó un 55% durante la tercera semana de marzo respecto del mismo periodo del año anterior. Es decir, ya proclamado el estado de alarma.

Para hacerse una idea de lo que significa esta tasa de variación, basta recordar que entre 2008 y 2014, los años de la doble recesión, el gasto con tarjeta, y eso que durante esos años se llegaron a destruir 3,8 millones de empleos, según la EPA, siempre creció, con un mínimo del 0,83% en 2012. O lo que no es menos significativo, el año pasado, ya en plena ralentización de la economía española, el crecimiento fue del 16,2%, según los datos del Banco de España. Se movieron, en total, algo más de 161.340 millones de euros.

Gráfico que muestra la evolución del gasto con tarjeta.

El análisis de CaixaBank Research es especialmente relevante, porque estudia los primeros datos de actividad desde que los gobiernos de medio mundo optaron por congelar sus economías, lo que afecta tanto al consumo interno como a la demanda exterior, y, por lo tanto, ya tienen en cuenta la economía real.

Su interpretación de lo que está ocurriendo es que cerca de un 25% de la economía, principalmente el sector hotelero, la restauración, el comercio minorista y el transporte, está experimentando “restricciones muy severas” de la actividad, mientras que otro 30% de la economía, principalmente el sector manufacturero y otros servicios, también sufre “restricciones significativas”.

El análisis es anterior a las nuevas medidas adoptadas por el Gobierno que congelan la actividad económica, salvo los servicios esenciales. Y es especialmente significativo porque en la tercera semana de marzo, ya proclamado el estado de alarma, se produjo un fuerte crecimiento del consumo de alimentos y equipamiento básico del hogar, como la limpieza, ante una cuarentena que acababa de comenzar.

La cesta de la compra

Es decir, pese al importante crecimiento de las ventas de mayor necesidad, el uso de tarjetas se desplomó. Hay que tener en cuenta que la suma de alimentos y bebidas representa casi la cuarta parte (el 22,79%) de la cesta de la compra, lo que significa que en el resto de epígrafes (vestido y calzado, menaje u ocio y cultura) se ha producido un verdadero desplome, pese a que la distribución de esos productos sigue siendo posible.

Operaciones de compra en terminales de puntos de venta.

Esto explica la conclusión de los economistas de la Caixa: “Los indicadores de alta frecuencia disponibles hasta el momento nos muestran que el impacto, a corto plazo, puede ser de una magnitud sin precedentes”.

Hay que tener en cuenta que el uso de la tarjeta es, desde hace muchos años, uno de los indicadores clave que explican el comportamiento de los consumidores, con crecimientos históricos de dos dígitos, salvo en la anterior crisis económica, aunque siempre, como se ha dicho, en el terreno positivo.

Ahora bien, la propensión al uso de tarjetas varía mucho con la edad. Un estudio de BBVA Research ha acreditado que los clientes con un mayor nivel de consumo vía tarjeta tienen edades comprendidas entre los 35 y los 64 años. Es decir, que cuando los individuos se jubilan o están empezando su carrera laboral gastan sustancialmente menos. Eso significa que en las actuales circunstancias las rentas del trabajo, las más vulnerables a la crisis, serían las que están hundiendo el consumo.

Nunca antes había sucedido nada igual. Ni siquiera durante la Gran Recesión de 2009, cuando el PIB se contrajo un 3,8% dando lugar a la mayor crisis económica desde el Plan de Estabilización (1959). Lo revela el servicio de estudios de la Caixa, quien, en un análisis de coyuntura sobre los efectos del Covid-19 en el consumo, avanza unos datos internos de la entidad financiera que muestran que el gasto con tarjeta se desplomó un 55% durante la tercera semana de marzo respecto del mismo periodo del año anterior. Es decir, ya proclamado el estado de alarma.

Para hacerse una idea de lo que significa esta tasa de variación, basta recordar que entre 2008 y 2014, los años de la doble recesión, el gasto con tarjeta, y eso que durante esos años se llegaron a destruir 3,8 millones de empleos, según la EPA, siempre creció, con un mínimo del 0,83% en 2012. O lo que no es menos significativo, el año pasado, ya en plena ralentización de la economía española, el crecimiento fue del 16,2%, según los datos del Banco de España. Se movieron, en total, algo más de 161.340 millones de euros.

Gráfico que muestra la evolución del gasto con tarjeta.
Gráfico que muestra la evolución del gasto con tarjeta.

El análisis de CaixaBank Research es especialmente relevante, porque estudia los primeros datos de actividad desde que los gobiernos de medio mundo optaron por congelar sus economías, lo que afecta tanto al consumo interno como a la demanda exterior, y, por lo tanto, ya tienen en cuenta la economía real.

Su interpretación de lo que está ocurriendo es que cerca de un 25% de la economía, principalmente el sector hotelero, la restauración, el comercio minorista y el transporte, está experimentando “restricciones muy severas” de la actividad, mientras que otro 30% de la economía, principalmente el sector manufacturero y otros servicios, también sufre “restricciones significativas”.

El análisis es anterior a las nuevas medidas adoptadas por el Gobierno que congelan la actividad económica, salvo los servicios esenciales. Y es especialmente significativo porque en la tercera semana de marzo, ya proclamado el estado de alarma, se produjo un fuerte crecimiento del consumo de alimentos y equipamiento básico del hogar, como la limpieza, ante una cuarentena que acababa de comenzar.

La cesta de la compra

Es decir, pese al importante crecimiento de las ventas de mayor necesidad, el uso de tarjetas se desplomó. Hay que tener en cuenta que la suma de alimentos y bebidas representa casi la cuarta parte (el 22,79%) de la cesta de la compra, lo que significa que en el resto de epígrafes (vestido y calzado, menaje u ocio y cultura) se ha producido un verdadero desplome, pese a que la distribución de esos productos sigue siendo posible.

Operaciones de compra en terminales de puntos de venta.
Operaciones de compra en terminales de puntos de venta.

Esto explica la conclusión de los economistas de la Caixa: “Los indicadores de alta frecuencia disponibles hasta el momento nos muestran que el impacto, a corto plazo, puede ser de una magnitud sin precedentes”.

Hay que tener en cuenta que el uso de la tarjeta es, desde hace muchos años, uno de los indicadores clave que explican el comportamiento de los consumidores, con crecimientos históricos de dos dígitos, salvo en la anterior crisis económica, aunque siempre, como se ha dicho, en el terreno positivo.

Ahora bien, la propensión al uso de tarjetas varía mucho con la edad. Un estudio de BBVA Research ha acreditado que los clientes con un mayor nivel de consumo vía tarjeta tienen edades comprendidas entre los 35 y los 64 años. Es decir, que cuando los individuos se jubilan o están empezando su carrera laboral gastan sustancialmente menos. Eso significa que en las actuales circunstancias las rentas del trabajo, las más vulnerables a la crisis, serían las que están hundiendo el consumo.

Un indicador adelantado

El año pasado, sin ir más lejos, se realizaron nada menos que 4.536 millones de operaciones con tarjeta, ya sea para pagar una compra, a débito o crédito, o para sacar dinero de algún cajero (909 millones de operaciones en 2019). En la actualidad, existen algo más de 50.501 cajeros en todo el país y 1,94 millones de puntos de venta, lo que da idea de su importancia como indicador adelantado de actividad.

Parque de cajeros automáticos y TPV.

Los datos más recientes de consumo privado, que acaba de publicar Estadística, no recogen información sobre el mes de marzo. Corresponden al mes de febrero, y muestran que el comercio minorista creció respecto al mes anterior un 0,3% una vez corregidos los efectos estacionales y de distinto calendario. Es decir, una tasa idéntica a la del mes anterior. En términos anuales, eso significa un 1,8%. Por lo tanto, en línea con lo que venía creciendo la economía inmediatamente antes de la crisis del coronavirus.

Esto es importante, porque el consumo representa nada menos que el 56,5% del PIB, por lo que un descenso pronunciado arrastra al conjunto de la economía. Y eso es, precisamente, lo que está sucediendo.

Fuente: El Confidencial

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