Consumo y pagos ante el Covid-19

Ahora que poco a poco muchos negocios se suman a los de alimentación e intentan abrir para iniciar su propia recuperación, deben otorgarse las facilidades que sean posibles. Sobre todo, las que son gratis, como que cada cual pague como desee. La limpieza depende extraordinariamente más de los hábitos propios de higiene que del medio de pago que se utilice.

Desde el punto de vista económico, esta es una crisis terrible de oferta y demanda, y las dos partes tienen ya suficientes dificultades. En España, la confianza del consumidor cayó un 50% en marzo y diferentes estimaciones
apuntan a que el consumo lo hizo al menos en la misma proporción. Los datos de abril e, incluso, de los meses
que nos llevarán hasta el verano tampoco van a ser de muchas alegrías. Es importante, por tanto, que cuando
alguien se anime a consumir no encuentre demasiadas trabas. Las recomendaciones de seguridad sanitaria ya introducen un esterilizado pero incómodo clima al que debemos acostumbrarnos un tiempo.

Escribí hace unas semanas desde esta tribuna señalando que lo importante es que proliferen los pagos y no tanto el medio. Pasado este tiempo, es difícil establecer si los primeros temores se han normalizado. Lo que sí es cierto es que hay diferentes intereses creados. Los números nos plantean algunas realidades. La primera, que el cambio generacional y el impulso tecnológico apuntan a largo plazo a un mayor uso de medios de pago electrónicos. La segunda es que, a pesar de esos cambios, lo “largo” del plazo puede ser bastante porque la demanda de billetes y monedas y el uso de efectivo demuestra ser bastante persistente. La tercera es que todo medio de pago parece tener utilidad y ventajas propias. Frecuentemente se señala que el anonimato relativo al efectivo es un medio para fraude y economía sumergida, pero las medidas de las autoridades (como limitar el importe máximo de pagos en billetes y monedas) han demostrado ser efectivas. De hecho, han proliferado de forma considerable formas de fraude relacionadas con medios de pago electrónicos, desde algunos ubicuos como el de “tarjeta no presente” (suplantación de identidad o uso de una tarjeta por parte de alguien que no es su titular) a otros de trasfondo aún más opaco, como determinados usos de las criptomonedas.

En España, el supervisor bancario lanzó su última encuesta sobre estas preferencias en 2018, señalando que “el 53% de los ciudadanos manifiesta que utiliza el efectivo como medio de pago más habitual (57% en municipios pequeños), mientras que el 43% muestra preferencia por el uso de la tarjeta de débito.” Cierto es que durante los primeros años del siglo XXI y durante la crisis la preferencia por medios electrónicos subió de forma considerable pero, en los últimos años, en medio de un clima financiero enrarecido con tipos de interés ultrareducidos y múltiples fuentes de incertidumbre, la demanda de billetes y monedas ha crecido. En marzo, el valor de los billetes en circulación aumentó en 36.000 millones de euros, hasta alcanzar el récord de 1,31 billones, lo que supone un aumento del 8%, la variación más importante desde octubre de 2008. Esto no es sólo una tendencia en España. Según el BCE, entre el 13 de marzo y el 10 de abril el valor de los billetes en circulación aumentó en 46.689 millones en toda Europa.

Mejor liquidez
Afortunadamente, los hogares españoles se encuentran en una situación de liquidez mejor de la que afrontaron hace 12 años con la crisis financiera. En su último Informe de Estabilidad Financiera, el Banco de España apunta a que “el volumen de activos líquidos de los hogares en proporción a su renta es también más elevado que antes de la última crisis. Según los últimos datos disponibles, correspondientes al cuarto trimestre de 2019, el efectivo y los depósitos de los hogares alcanzaban el 118% de la RBD, 8 puntos porcentuales más que en 2007.

Si hay liquidez en efectivo y acumulación por precaución, se le debe dar salida sin tapujos. Los cambios que se produzcan en las preferencias de pago con el Covid-19 sólo podrán observarse una vez que esta situación se haya
normalizado. Entre tanto, una autoridad internacional en esta materia, el Banco de Pagos Internacionales señaló en su boletín número 3 del pasado mes de abril (Covid-19, cash, and the future of payments) que la evidencia científica sugiere que la transmisión del virus por medio de billetes es muy reducida “en comparación a otros objetos que tocamos frecuentemente, incluidas las terminales de pago con tarjeta o PIN.” De hecho, los coronavirus pueden sobrevivir en una superficie de acero inoxidable de diez a cien veces más tiempo que en nuestros billetes en fibras de algodón. Indicaba también que los bancos centrales están instando al público a usar efectivo sin miedo y que se están tomando medidas de esterilización extraordinarias. Y, por último, consideraba que, aunque se avance hacia los pagos digitales, muchos consumidores necesitan usar efectivo y debe permitírselo sin problemas. Lo importante es pagar. Con garantías que eviten fraude de cualquier tipo. Si se mantienen las recomendaciones de higiene, no hay que preocuparse de cómo comprar. Lávese las manos y pague (o cobre) tranquilo.

Autor: Francisco Rodríguez Fernández, Catedrático de Economía en la Univ. de Granada, economista sénior de Funcas y colaborador en Cunef.

Fuente: Expansión (PDF)

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