El Español publica una pieza, firmada por Miguel Sebastián, economista y ex ministro de Industria y Turismo, que analiza la «resurrección del efectivo» frente a las predicciones sobre su desaparición, destacando que el uso de billetes y monedas se mantiene estable en torno al 4% del PIB en la zona euro, a pesar de las innovaciones en pagos digitales.
Miguel Sebastián, hace referencia al libro de Ken Rogoff de 2016, ‘La maldición del efectivo’, que abogaba por la eliminación de la moneda física debido a su asociación con el crimen organizado, el tráfico ilegal, la corrupción, el blanqueo de dinero y la evasión fiscal.
A pesar de los argumentos de Rogoff y los avances tecnológicos en los pagos electrónicos, el artículo destaca que el uso del efectivo ha mostrado una notable resistencia en la eurozona. Aunque el efectivo constituye menos del 10% de la oferta monetaria total (M3) y solo el 15% de M1 (efectivo más depósitos a la vista), su reducción en el uso durante los últimos nueve años ha sido sorprendentemente lenta, a un ritmo que tardaría más de 250 años en volverse insignificante.
La demanda de efectivo está influenciada por factores como el PIB nominal, ya que el dinero sirve como medio de pago para las transacciones. También funciona como depósito de valor, compitiendo con otros activos, y su demanda se ve negativamente afectada por la rentabilidad de los activos alternativos y la facilidad y seguridad de las transacciones electrónicas.
La evolución del efectivo en la eurozona desde su introducción en 2002 muestra tres períodos claramente diferenciados:
- 2002-2019: Un crecimiento relativamente estable, acorde con la evolución del PIB nominal.
- Marzo de 2020 – Verano de 2022: Una fuerte aceleración, con crecimientos anuales de dos dígitos, debido en parte a la expansión monetaria durante la pandemia de COVID-19, a pesar de que se desaconsejó el uso de efectivo por riesgos de contagio.
- Verano de 2022 – Actualmente: Un crecimiento moderado, incluso con valores negativos en 2023 y 2024.
Contrariamente a las expectativas, la proporción de efectivo respecto al PIB nominal se disparó durante la pandemia hasta alcanzar el 5% del PIB en junio de 2020, estabilizándose posteriormente en torno al 4%, lo que indica una estabilización más que un retroceso del uso del efectivo. Esta persistencia ocurre a pesar de las restricciones sobre los billetes de mayor valor, como los de 500 euros, que dejaron de emitirse en 2019. La disminución de los billetes de 500 euros ha sido compensada por un aumento en la emisión de billetes de 200, 100 y 50 euros.
El artículo sostiene que, si bien las preocupaciones de Rogoff sobre el efectivo que facilita actividades ilícitas son razonables, su argumento final —que el efectivo actúa como un límite para los tipos de interés, dificultando las políticas monetarias negativas— es visto por el autor como una ventaja, ya que imposibilita la confiscación de los ahorros monetarios de los ciudadanos. Otros argumentos a favor del efectivo incluyen la pérdida del señoreaje (ingresos del banco central), el riesgo de aparición de dinero no respaldado, la posible vuelta al trueque ineficiente, y los principios de libertad y privacidad al permitir transacciones no controladas.
La «resurrección» del efectivo se ve reforzada por dos acontecimientos recientes:
- El kit de supervivencia de la Comisión Europea: La recomendación de guardar efectivo para emergencias, lo que sugiere una demanda adicional de aproximadamente 525 mil millones de euros en la eurozona solo para alimentos y bebidas, lo que representaría un aumento del 33% sobre la demanda actual de efectivo.
- El reciente apagón en España: Un corte de energía que hizo que los sistemas de pago electrónico y los cajeros automáticos fueran inutilizables, destacando el papel fundamental del efectivo en situaciones de emergencia cuando la infraestructura digital falla. Este evento sirvió como una demostración práctica de la continua importancia y necesidad del efectivo.